lunes, 5 de octubre de 2015

Fortaleciendo la Fe

  En el día a día, en la rutina del diario vamos perdiendo la visión de la Fe, nos vamos enfrascando en la monotonía, caemos por momentos en que todo lo vamos haciendo por rutina, perdiendo el sabor de las cosas, en donde el agua va perdiendo el sabor.

  Un día cualquiera de camino a la iglesia, le comento a mi esposa, sabes que estoy cansado de no tener los recursos suficientes para sufragar lo básico de la vida, de seguir donde mismo, misma ropa gastada, tantas reparaciones que le faltan a la casa, me agobian los problemas financieros le comentaba, ella solo me escuchaba y en un momento que dijo: No pierdas tu Fe.
  Sus palabras fueron directas, claras y sencillas, tal cual deben ser, ya casi llegando al templo, le comente hoy iremos a San Francisco por ser su día, dejaremos al que habitualmente vamos. Llegamos al templo, para mi todo era en la misma monotonía, desde el momento de sus palabras ya sentía un cosquilleo en el corazón, la celebración pensaba que seria como cualquiera otra, sin nada de especial, pero Dios que nos conoce mejor que nosotros mismos, ya tenia algo para fortalecer mi Fe, mando un nuevo Sacerdote, este comenzó diciendo: Jesús le alegra que vengas a El, que sientas su mano, que dejes tus preocupaciones del dinero, porque El te conoce, sabe que tu no has ocupado el dinero para ser feliz;  la celebración continuo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ya mi corazón estaba a punto de estallar, porque a sabiendas de que el templo esta lleno, Jesús había dejado a todos por fijar su atención en mi. Lucas 15 1-10
  Continuamos con la celebración, justo en la homilía dominical, el sacerdote volvió a salirse de el formato, diciendo que este día era especial, porque Jesús quería ayudarme, quería sentirme, quería que yo tomara de nueva cuenta su mano, quería que siguiéramos siendo amigos, Jesús Cristo te dice que no te dejes agobiar por esos problemas.

                                                   Jesús y Zaqueo
  Habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era el jefe de los cobradores de impuesto y muy rico. quería ver como era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura. Entonces se adelanto corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando para por allí. Cuando llego Jesús al lugar, miro hacia arriba y le dijo: Zaqueo, baja enseguida pues hoy tengo que quedarme en tu casa. Zaqueo baja rápidamente y lo recibió con alegría.
  Entonces todos empezaron a criticar y a decir: Se ha ido a casa de un rico que es un pecador. Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: Señor voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces mas. Jesús, pues, dijo con respecto a el Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

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